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25 febrero 2011

."Oh, men, you guys are loud, I love it", dijo Hayley Williams promediando la mitad del show de Paramore. La chica de rojo pisó firme el escenario con "Ignorance" - con sus zapatillas gastadas, porque eso del glamour no va con ella - y dejó algo claro: lo que podría convertirse en una canción más de la típica angry chick que busca catarsis fue el himno optimista de una adolescente con menos problemas de autoestima y más confianza en sí misma ("I'm not the same kind from your memory"). Y así, lo que vendría después sería una repetición de eso mismo. Todo lo que uno puede prejuzgar de una banda como Paramore es todo aquello que puede refutarse.
No, no son chicos que adoptan una pose punkie para imantar adolescentes ávidos de nuevos ídolos de póster. Sus canciones tampoco son diatribas contestatarias con un grito rabioso de fórmula ubicado aquí y allá. Pero si no son nada de eso es porque de un lado están esas canciones compuestas por Williams y Cía. que van desde la ternura más pasteurizada y directa (la presentación de "In the Mourning") hasta la furia escupida del hit "Misery Business"; del otro lado o, mejor dicho, al frente de todo eso, está ella con su chispita titilante, quien supo despegarse sabiamente de las asociaciones más inmediatas y más erróneas (como la comparación con Avril Lavigne) con el encanto como arma de destrucción masiva.
Ella lo dirigió todo. Cuando quiso subir a una fan al escenario para que cante un tema a dúo, lo hizo. Cuando quiso agarrar todos los afiches de los adolescentes desaforados, los tomó y los fue sumando a una mini colección al lado de la batería. Cuando quiso agradecer a todos los que habían comprado sus discos para darle luego la bienvenida a "la familia Paramore", de algún modo logró que no sonara a discurso demagógico (y eso que tenía puesta la camiseta argentina).
Williams con sus movimientos reptiles y su headbanging rojo furioso depositó la energía en "CrushCrushCrush","For a Pessimist I'm Pretty Optimistic" y "Playing God" (entre otras) y se reservó la calma para la bellísima interpretación de "Misguided Ghosts", ese susurro hecho canción del disco Brand New Eyes. Consciente del efecto que tenía en ese Luna Park colmado de adolescentes febriles, Williams los interpelaba ("I know you can sing, but now I wanna see you dance"), se detenía a mirarlos y a sacarles fotos con la misma ingenuidad de jovencita que no puede creer lo que está viendo, como una suerte de vínculo especular entre quien comandaba el show desde arriba y quienes lo absorbían desde abajo.
Cerca del final, cuando sabía que sabíamos que algo faltaba, habló de esa canción "para iluminar con los celulares" y, como una niñita indefensa que quiere creer en el amor, interpretó la trémula (y mejor) canción: "The Only Exception", que concluyó con el rostro emocionado de la joven que se transformó en icono casi sin querer serlo. Porque aunque se tomó sus diez generosos minutos para presentar al resto de la banda en re-formación, cuando terminó "Misery Business" ya no había dudas: Paramore no sería lo que es sin ella, la chica que con su cabellera roja y mezcla de vulnerabilidad y pasión que supo llevarnos a los ya-no-tan-adolescentes de regreso a la época en que mirábamos a un cantante e imitábamos sus pasos.
En definitiva, fue un show para ellos, para los recién iniciados en esto del fanatismo, para los que hicieron la fila dos días antes para verlos bien de cerca. Cuando llegó el final del recital, pocas dudas quedaban sobre la contagiosa juventud de Paramore (para la eternidad, en cambio, habrá que darle tiempo al tiempo), y todos salimos del Luna Park enamorados de (y encandilados por) la presencia de Hayley Williams.


http://www.rollingstone.com.ar/1352969   Por Milagros Amondaray .

2 comentarios:

  1. Muchisimas gracias por tu emotivo comentario. Me alegro mucho que mi blog te haya gustado. Si, todos los textos son mios :D Gracias por tus palabras, me llegan mucho ;) Un beso

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